Contla

Contla 150 150 Miguel Zorzo

Caen gotas sobre el suelo. La piedra aún en mi mano. Ojos vacíos miran sin ver, un firmamento nublado. Nubes oscuras como  largos años de vejaciones. Pero ya se acabó… sentía la roca fría y la sangre caliente. Farfullaba en bucle ¿Al final no eras tan duro, eh cabrón?. Allí de pie. Los cuerpos de mi madre y mis hermanos reposando no muy lejos. Ese hijo de puta creía haber acabado con todos. Si quieres estar seguro de algo, asegúrate bien. Cuando las balas empezaron a zumbar íbamos por el camino hacia Contla. Huíamos. De donde veníamos  no quedaba nada. Tras dos largos meses sobreviviendo entre las basuras a mi padre se le acabó la paciencia. Las palizas se van convirtiendo en rutina y el miedo sustituye al hambre. Un día, con cara cansada y ojos ausentes, preparó las maletas y nos dijo nos vamos. Vamos a un lugar mejor, recoged lo necesario. Eso hicimos. La primera en caer es mi madre. Un estruendo,un grito sordo, un agujero en la cabeza. Mi padre era un buen tirador, de joven pasó un tiempo como bandolero. Tres tiros más. Uno por hijo. No sé si Dios me salvó o me condenó. La bala entró en mi hombro (mordisco de acero lacera mi interior y  caigo).De algún modo supe que no debía de mover ningún músculo, que no debía ni respirar.No tenía opción gritaba alejándose dando tumbos por el camino. No soporto que vivamos así, no tenía opción. No sé si pretendía suicidarse y en el momento final fue demasiado cobarde para acabar el trabajo. Yo no soy un cobarde. Cuando vi que se había alejado lo suficiente busqué un arma a mi alrededor. Nada, piedras, nada,piedras, nada, solo piedras. Aparto la quemazón del hombro a lo más profundo de mi ser y cojo la primera a mi alcance. Mi padre ya a diez metros. En su revólver dos balas. No puedo esperar más. Me lancé en silencio . No parecía darse cuenta. Seguía balbuceando fundiéndose con el horizonte. Cinco metros. Pero, ¿le voy a dar en la cabeza?. Tres metros. Agarro la piedra con todas mis fuerzas. Me concentro en su nuca. Un metro. De repente me mira. Me mira de soslayo, se ha dado cuenta. El aire se torna viscoso en mi mano. Me ha visto pero no me ha visto. No está aquí. Su realidad ya no convive con la mía, se ha roto, ¿se ha roto?. Se rompe su cabeza con el primer impacto.Salté como nunca antes había saltado y me encaramé a su espalda. Mi palma llena de cortes, mis dedos aferrando el frío. Frío cada vez más cálido. La vida que se derrama sobre el desierto. El reflejo del sol en la piedra me ciega en cada embite. Fuego en mi pecho. Crece y me quema. Cada golpe quema más. Impacto carne y hueso. Hay un crujido. Hueso del que venimos y al que volveremos. Ahora el suelo se tiñe caliente. No sé cuando tengo que parar. No sé matar. Asegúrate. Sigo sobre su cuerpo. Roca,cráneo,roca, cabeza. Cada vez parece menos cabeza. Piezas cada vez más separadas. El cráneo deshecho, pero no sé cuando parar.¿Quiero parar? Me fijo en en su cuchillo colgado del cinto. Me tengo que asegurar. Blanco, arena y rojo. No puede reconocer el rostro de su padre. No siente nada al clavar la hoja en su corazón. Acero que se hunde rasgando carne,tela y órganos.Frío y caliente. El fuego se extingue.


Me levanto, miro, caen gotas sobre el suelo…

20/12/2018

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Escrito por:

Miguel Zorzo

Ingeniero del Software, gamer, escritor aficionado y artista marcial. Me encanta divagar sobre dilemas éticos y buscar formas de arreglar el mundo. De opiniones fuertes, aunque siempre dispuesto a escuchar.

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